sábado, 15 de enero de 2011

Los perros de Riga

Los perros de Riga es la segunda entrega de la Serie Wallander, de Henning Mankell, de la que os he hablado en otros post anteriores. La novela fue publicada en 1992, aunque no llegó a España hasta 2002.
En esta entrega el inspector Wallander se enfrenta a una investigación que le lleva más allá de las fronteras suecas; concretamente a Letonia, un país bastante desconocido para la mayor parte de nosotros (¿a ver cuántos sois capaces de situarlo en un mapa? yo he de reconocer que necesité buscarlo en un atlas), para intentar esclarecer el asesinato de dos hombres letones que se han encontrado a bordo de un bote salvavidas varado en la costa sueca.

En su viaje a Riga, en pleno proceso de democratización, Wallander se introducirá en los ambientes de la oposición clandestina.

El que la trama se desarrolle mayoritariamente en un país del que conozco muy poco, o más bien nada, me ha hecho interesarme por su situación, sobre todo en lo referente a los movimientos clandestinos que tan bien refleja el autor en la novela y el porqué de la existencia de estos, así que allá van unas pinceladas de lo que es Letonia y del contexto en el que se desarrolla la novela, que considero entretenida, aunque algo decepcionante teniendo en cuenta lo mucho que me la habían recomendado.

Letonia es un país miembro de la Unión Europea desde 2004, con capital en Riga, situado en el noreste de Europa, limitando al norte con Estonia, al sur con Lituania, al este con Rusia y Bielorrusia y al oeste con el mar Báltico.

Tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) Letonia quedó dentro de la zona de influencia de la URSS, lo que provocó la creación de movimientos contra la colectivización forzosa que exigía el régimen soviético, aunque estos no pudieron impedir que el ruso se impusiera como lengua oficial y se iniciara una sistemática inmigración rusa hacia la zona, en un intento de Moscú de disminuir la influencia de la población local.

A partir de 1987 la política iniciada por Gorbachov en la URSS dio nuevo aliento a las aspiraciones letonas y en 1991 el Consejo de Estado de la URSS reconoció formalmente la independencia de las repúblicas del Báltico, entre ellas Letonia. Aunque la economía continuó durante bastantes años dependiendo de Rusia, su principal proveedor de combustible y primer mercado exportador, y se tuvieron que llevar a cabo políticas para intentar restablecer su identidad lingüística tras los años de ocupación soviética.